viernes, 22 de abril de 2011

Capítulo 32.

Cerré los ojos lo más fuerte que pude e intenté olvidar ese día.
Las lágrimas me caían por las mejillas al mismo tiempo que mi corazón latía a mil por hora. Al fin conseguí dormirme.
Y un sueño de lo más raro invadió mi mente. Estúpido subconsciente. Era Sara, con sus diminutas pecas de pan integral. Aparecía y volvía a aparecer, con ritmo, al mismo compás. Como luces de las discotecas, que se encienden y se apagan rápidamente y hacen que todos los movimientos que veas sean lentos. Abría y cerraba los ojos, movía la boca e intentaba decirme algo, pero no podía .. O no la escuchaba, porque de repente estaba en una discoteca. La gente no me dejaba ver a Sara. Y ella caminaba hacia atrás, como si quisiera llevarme a algún lugar. Sin saber como, terminamos en una terraza, no sé de donde y tampoco de donde salió. Sara se iba acercando más hacia mí. Me daba miedo y estaba asustada.
Levantó sus pequeños brazos e intentó abrazarme, pero di un paso hacia atrás y caí al vacío. Cuando llegué al suelo me desperté casi sin poder respirar y con los ojos llorosos. La tendría que haber abrazado, lo tendría que haber hecho, lo sé.
Apoyé la cabeza en la pared. Todo iba de mal en peor.
Mi vida era una mierda; mi hermana muerta, mi mejor amiga se había convertido en una drogadicta, mi novio enfadado, mis padres lejos de mí, los sueños con Sara no me dejaban dormir y eso empezaba a afectarme física e psiquicamente.
Me quedaban exactamente dos días para volver a casa, y empezaba a tener dudas de si quedarme con Aitor o irme a casa con mis padres. Los dos últimos días los pasé viendo la tele, no hacía más. Me empezaba a parecer a mi padre. [...]
Llegó el día en que tenía que coger el avión y volver a casa.
Ya tenía las maletas preparadas y Aitor no me decía nada.
Ni un beso, ni un abrazo, ni una despedida. Lo que es nada, es nada y ya está. Yo estaba un poco triste y decepcionada, pero eso no cambiaba nada.
Tuve que ir al aeropuerto sola, ¡sola! Aitor no se dignó a llevarme al aeropuerto, ¿te lo puedes creer, querido/a cotilla? Supongo que tu respuesta es "no". De lo contrario dejaría de escribir para
ti. En fin. La gente entraba y salía, y ninguna de ellas iba sola. Me daba pena a mí misma y seguía sin creerme que Aitor no me hubiera acompañado. Y esperaba que viniese a darme cualquier sorpresa, pero ahora sé que eso solo pasa en las películas de amor. Y esto no es ninguna película. Dejé que la maleta pasara por donde tenía que pasar, sigo sin saber cómo se llama.
Mis pasos eran lentos al subir por las escaleras y no paraba de mirar alrededor, todavía esperaba que Aitor me diera esa sorpresa tan esperada. Pero nada. Entré decepcionada al avión y me senté donde me indicó la azafata. Nada, tampoco se había dignado a comprarme un billete de lujo. Apoyé la frente en la ventana, la cola para entrar al avión era larguísima y no me creía que toda esa gente cupiera en ese avión. Media hora. La gente seguí subiendo. Cuando ya sólo quedaban unos pocos se escucharon derrapes de un coche. ¡De un coche!
¿Adivinas de quién era? Fácil, era Aitor con su coche descapotable. Ya ni me acordaba de que tenía coche.
Conducía como un loco y la policía iba corriendo tras él.
Se iba acercando más al avión y al fin frenó de golpe.
Y en el capó del coche ponía; "Paula, te quiero" y un corazón mal hecho. ¿A que no te lo esperabas? ¡Pues yo tampoco!
Tenía el mejor novio del mundo. Salí del avión corriendo, pero la azafata me decía que no podía salir, que iban a despegar en unos segundos, pero la escalera aún estaba puesta.
La gente miraba por la ventana y decían; qué chico más tonto, pintar su precioso coche por una chica.
Yo: ¡Pues sí! ¡Lo ha hecho por una chica! ¿Y qué? Tenéis envidia. Nunca tendréis un novio que os quiera tanto. Un novio que lo de todo por ti, y que no se rinda nunca. - La gente empezaba a cuchichear que yo era Paula.- ¡Sí, Paula soy yo! ¡Y amo a mi novio! ¡Lo amo!
La gente empezaba a alterarse, pero no por mis gritos.
Persona mayor: ¡Pues me parece que te vas a quedar sin novio, maja! Porque el avión está despegando!
Se me cayó el mundo encima.

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