lunes, 4 de abril de 2011

Capítulo 23.

Estuvimos en un restaurante bastante chulo, con adornos preciosos.. Iría todos los días. Luego dimos una vuelta por ahí.
Y me di cuenta de que habían todo tipo de personas.
Chicas con un estilo extraño, quizá gótico, frikis, chanclis. Algunas vestían como yo, camisetas típicas, pantalones normales, que no llaman mucho la atención. Luego también habían chicos pasotas, frikis, chulos, algunos vestían bien, pero no eran tan guapos como él, como Aitor. Llegó la noche y como ya me había dicho, fuimos a la torre Eiffel. Fue todo precioso. A la luz de la luna, sentados en un banco al lado de la torre. Besos. Abrazos. Caricias. Más besos.
Precioso. Había un chico con un aspecto extraño, con unos pantalones vaqueros sucios, negros y una camiseta desgastada, con agujeros y una chaqueta vaquera también desgastada. Tocaba un instrumento que daba la mejor sensación del mundo. Tocaba con dulzura. A veces no te das cuenta que hasta las personas menos afortunadas te pueden hacer sentir feliz, alegre, enamorada. Me levanté del banco y fui hacia él. Saqué mi monedero y le di tres euros. Me sonrió, una sonrisa que me hizo sentir aún más feliz. Aitor se levantó y me abrazó. Me besó con una dulzura enorme. Le abracé más fuerte.
Me di la vuelta, le sonreí al hombre. Le cogí la mano a Aitor y nos fuimos. Caminaba dando saltitos, feliz. Apoyé mi cabeza sobre su hombro. Cerré los ojos y dejé que Aitor me guiara.
Era incómodo, porque sientes como si te fueras a estampar contra una farola o cualquier otra cosa. Era tan feliz. Esta historia os parecerá de una niña de 16, por la forma en la que me comporto, pero os puedo asegurar que tengo 18, y bien cumplidos. Y no me avergüenzo de mi comportamiento, porque estoy con él. Con la persona que me hace sentir feliz, como a una niña de dieciséis. / Llegamos a casa, abrí los ojos, lo primero que vi fue a Aitor mirándome fijamente, con esa sonrisa que no se iba nunca y esos ojos verdes preciosos. Le sonreí. Tiré de su mano y entrámos a mi habitación. Me tiré en la cama, mientras Aitor se quitaba la camiseta. Me iba quitando los zapatos lentamente. Me agarré al cuello de Aitor y lo besé. Me pasó las manos por la espalda quitándome la camiseta, y luego desabrochándome el sujetador. Me besó por el cuello, iba bajando poco a poco hasta llegar a mis pechos. Solté un gemido, y lo besé desesperada. Puse mis manos en su cintura y le fui quitando los pantalones, me quité los mios y nos tumbamos en la cama. Caricias, besos, caricias, besos, sexo.
Cerré los ojos, disfrutaba, me sentía en el cielo. En su cielo. /
Recuerdo que después de eso nos quedamos dormidos. Y mi sueño. Temía volver a soñar con Sara. Pero ahora no era ella la que salía en el sueño Era Laura. Era extraño. No esperaba verla ni en mis sueños. Yo caminaba por los callejones y me encontré a Laura sentada en el suelo. Y al lado había un hombre, con un montón de tatuajes por todo el cuerpo. Laura lloraba, tenía la camiseta desgarrada, los brazos con heridas, y sus pantalones medio caídos. Me acerqué a ella. Entonces el chico se levanta y me empuja. Le miro a los ojos, pero no tenía cara. Eso es lo raro de los sueños. Que hay personas que no les ves las caras, o si las ves, luego no te acuerdas. Que creo que eso fue lo que me pasó a mi. / Laura levanta su mirada, me mira, sonríe. Intenta levantarse pero no puede. Después de intentarlo varias veces se levanta agotada. Se acerca a mi, más y más. Pero el suelo no avanza, sus pasos son inútiles, no se puede acercar a mi. Yo también lo intento, intento acercarme a ella, pero no puedo. Entonces el chico se ríe, aún no sé por qué. Coge a Laura por la cintura, ésta llora desesperada, la abraza fuertemente y no la suelta. Se la lleva hasta el final de callejón. Oigo como le dice "para, para, porfavor" y después grita mi nombre. Me llama, grita, grita, grito. Corro hacia ella, pero no puedo, el suelo no avanza, ni el suelo ni yo, era inútil. Grito aún más fuerte. Entonces noto como alguien me coge los brazos y me acaricia. Abro los ojos y era él, Aitor. Una pesadilla. O eso era lo que creía que era. [...]

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