lunes, 4 de abril de 2011

Capítulo 27.


Aitor: Bueno, Laura, ahí creo que te has pasado. Y demasiado.
Yo: No, Aitor, déjala. Deja que se sincere, que diga todo lo que quiera, que me diga todo lo que piensa, lo que nunca me ha dicho. Como ya te decía, eres la peor persona del mundo. ¿Como puedes soltarme eso, así de golpe? Ya no es porque estés drogada o no, además, dicen que los borrachos siempre dicen la verdad, pero es que tú no vas borracha, vas drogada, imagínate lo que te has sincerado. Todas las noches que has pasado conmigo, abrazándome, eran para ti algo con qué pasar el tiempo. Yo siempre he sido ese cero a la izquierda, una mierda, lo que menos importa. Y cuando más te necesito, mira lo que me dices. ¿Estás consciente de lo que me dices? Que vas a estar consciente. Verás como se entere tu madre de que estás en estas condiciones. Ahora. No pienses que se lo voy a decir yo, porque de verdad, ahora sí que me importas una mierda, aquí te mueras o que te pase algo. ¿Sabes? Yo también me alegro de algo, de que hayas acabado así. Me estoy llevando la contraria a lo que te he dicho antes en el local, pero yo soy contigo lo que eres tú conmigo, y si tú eres falsa, yo lo seré, pero más aún. -
Me saltaron miles de lágrimas, ahora entenderéis por qué me arrepiento de haber ido a buscarla, por eso.
Fuimos al hotel más cercano del puerto. Entré en la habitación y me encerré en el baño. Me senté en el suelo, apoyé la cabeza en las rodillas y pasé mis brazos al rededor de las piernas.
Una lágrima, más, más. Cómo había podido ser tan estúpida. Ya me lo había dicho Aitor, me iba a humillar, a insultar. Y así lo ha hecho. Juro, juro que nunca más en mi vida voy a volver a buscarla.
Aitor: Paula, te lo dije .. Mira lo que te ha dicho, ¿ha merecido la pena venir a verle?
Yo: Vete, ahora no vengas a decirme "ya te lo dije, si yo siempre tengo razón". Es lo que menos quiero escuchar ahora, por favor, déjame sola.
No volví a escucharle más, y supuse que se había ido.
Me levanté, enchufé el grifo de la ducha, me fui quitando poco a poco la ropa. Me metí en la ducha. El agua me resbalaba por el pecho, por la espalda, un recorrido que parecía nunca acabar, llegaba a las piernas y bajaba cada vez más lenta, se adentraba entre los dedos de mis pies hasta llegar a ese agujero negro. Donde el agua se pierde y no vuelve. Estuve más de una hora en la ducha, relajada, por un momento pensé que estaba en mi casa, con mi madre, con mi padre, con Sara. Cerré los ojos, me iba hundiendo poco a poco, hasta hacer que la nariz no respirase aire, sino agua. Me sobresalté y empecé a toser.
Aitor entró corriendo al baño, abrió la cortina de la ducha. Me cogió de la cabeza e intentó sacarme de la ducha.
Aitor: ¿Estás bien?
Yo: Si, sí ... Solo se me ha metido agua por la nariz. Tranquilo. -
Me dio un beso en la frente, y cerró la puerta detrás de él.
Salí de la ducha, cogí una toalla y me la puse al rededor del cuerpo.
Yo: Aitor [...]
Aitor: ¿Qué pasa?
Yo: Quiero volver a casa.
Aitor: Tranquila, mañana iré a comprar los billetes para París.
Yo: No, pero a tu casa no. A la mía. Quiero volver a mi casa, y quiero estar con mi madre, la necesito más que nunca.

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