lunes, 4 de abril de 2011

Capítulo 28.


Y sin decir nada, dio un portazo y salió del hotel. Estaba triste, enfadado o eso creía. Abrí una maleta y saqué lo primero que vi.
Una camiseta negra de manga corta y unos pantalones vaqueros.
Me planché el pelo y me puse el flequillo para un lado.
Cogí mi pintalabios rojo y me lo pasé suavemente por los labios.
Me maquillé un poco y salí del hotel. No sabía donde iba. A lo mejor seguía a Aitor, pero no sabía donde estaba. Lo busqué cerca del hotel, pero no lo encontré. Después de una hora y media buscándolo, me cansé y volví al hotel. Me senté en el sofá y entonces fue cuando Aitor entró al salón. Tenía los ojos rojos, mojados de lágrimas. Llevaba un papel en la mano. Curiosa, me levanté directa a coger el papel. Justo cuando lo iba a coger, Aitor apartó su mano y estampó el papel contra la mesa.
Aitor: Aquí tienes tu estúpido billete. El avión sale dentro de una semana. Lo siento si no lo he comprado para antes, pero es que no quedaban, ¿estás contenta? Ya tienes todos tus caprichos, ¿algo más? Un coche, una moto, no sé, ¿un avión?
Yo: Pero, solo hay uno ... -Dije con miedo, Aitor estaba alterado y hablaba con ironía.
Aitor: Claro, yo no pienso ir contigo. Yo volveré a mi casa cuando me apetezca. Estoy harto de que tenga que hacer todo lo que a ti te de la gana. ¡Harto! Y esta vez, no te voy a escuchar, grita si quieres intentando convencerme de que vaya contigo. Pero yo me taparé los oídos con los auriculares que te pones tú cuando quieres huir de la gente, de mi. Para no escucharme. Para hacerme sentir una mierda.
Yo: Pero Aitor ... ¡Yo quería ir contigo!
Aitor: ¿Si? Pues yo no. Ves tú solita, que ya eres mayor. Te arrepientes rápido de las cosas. Hace menos de un mes me dijiste que no volverías a tu casa, que querías estar conmigo. ¿Y sabes qué es lo peor? Que yo como un tonto me lo creí, creí que me querías de verdad. Que querías estar el resto de tu vida conmigo. ¡Conmigo! A lo mejor estoy siendo un poco avaricioso. Lo quiero todo para mi. Pero es que tú lo eras todo para mi, yo no pedía nada más, y mira lo que me haces tú ahora.-
Agaché la cabeza, me tapé la cara con las manos y me dejé caer en el sofá. Empezaron a caer lágrimas, el rimel empezaba a deshacerse en mis mejillas.
Yo: Lo siento, lo siento de verdad. - Me limpié la cara una toalla y salí del hotel. Aitor se quedó tumbado en el sofá, llorando.
No sabía donde iba, como siempre, iba sin rumbo. Una o dos mujeres preguntaron qué me pasaba. Pero no les contestaba, no me apetecía pararme a escucharlas. Al final terminé en la playa, por el borde de las olas caminaba llorosa. Los pies se me mojaban, el aire escalofriante me acariciaba el pelo. Empezaba a sentir frío, necesitaba sus abrazos, esos abrazos que transmitían calor, amor. Me senté al lado de una palmera y apoyé la cabeza en ella. El viento recorría mi cuerpo, cerré los ojos y recordé cada segundo con Aitor. El día que lo conocí y me enseñó su mejor sonrisa. Cuando le conté lo que le pasó a mi hermana, como me escuchaba y aconsejaba. Las noches que había pasado conmigo en vela por culpa de Laura. Esos abrazos que eran eternos, al igual que sus besos. La noche en París, bajo la luz de la luna y el sonido del instrumento de aquél hombre. Las risas, las caricias, los besos, los abrazos, todo.

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