miércoles, 4 de mayo de 2011

Capítulo 34- No todo es para siempre.

Abrí la boca, gota a gota iban cayendo, cada vez llovía menos y las gotas eran más pequeñas. Empapada, intenté levantarme, y me apoyé en el respaldo del banco. Miré el reloj que rodeaba mi muñeca, era tarde, y llevábamos más de una hora bajo la lluvia. Ahora entiendo lo de "El tiempo vuela si pasas el tiempo con la persona que más quieres". Giré la cabeza, miré a Aitor, y acto seguido me senté encima de sus piernas. Mis ojos  y sus ojos intercambiaban las miradas durante Un beso rompió el hielo, dulcemente un escalofrío recorrió mi cuerpo, pero eso no hizo que se cortara el beso. Agarré su cabeza y lo acerqué más aún. Me alejé un poco.


-¿Vamos a casa de mis padres? ¡Tengo gana de verlos! Los he echado tanto de menos. [...] ¡Quiero abrazarlos! Me muero de ganas- Sonreí y sonrió.
-Vamos. Me gustaría conocer a la madre de mi novia. - Me dio un beso tierno y mojado.
Mi mano y su mano se entrecruzaron. Caminamos hasta llegar a la puerta de mi casa. Suspiré y toqué al timbre. Mi madre no sabía que había llegado ya. Apoyé mi espalda contra la pared, y esperé que abriera la puerta. Después de cinco minutos esperando, se abrió la puerta y tras ella estaba mi madre con una toalla enrollada al cuerpo y otra en el pelo. Se mandó la mano al pecho y la otra a la cara.
-¡Mamá! - Me lancé a ella dispuesta a abrazarla y no soltarla nunca más.- Qué contenta estoy de verte, estás preciosa. Te echaba tanto de menos .. ¡Siento no haber estado aquí contigo todos estos días!- Le di un beso en la mejilla y me aparté. - Mira, él es Aitor. [...] Mi querido Aitor.- Le sonreí.
Mi madre no daba crédito a lo que estaba pasando.
-Encantado de conocerle. Su hija quería volver, y mira, aquí estamos.- Le lanzó una sonrisa a mi madre, que seguía callada. Le fueron cayendo lágrimas por las mejillas y después se las secó. Se acercó hacia mi y me abrazó con cuidado.
-¡Hija mía! ¡Estás empapada! Pasad y tomaros algo calentito.
¿Solo se le ocurrió decir eso? Pensé que era por los nervios y no sabía qué decir. Hasta que hice una pregunta.
-¿Y papá donde está? - Me agarró del brazo y me llevó al baño. - ¿Me quieres contestar? -Cogió una toalla e intentó secarme el pelo.-
No me contestaba. Así que decidí volver a la cocina. Pero me volvió a coger del brazo y me giró rápidamente.
-¿Qué haces mamá? ¿Qué te pas.. - Me quedé callada al ver un hombre bajar por las escaleras. Pero ese hombre no era mi padre, y estaba rojo, y sudado. Bajaba abrochándose la bragueta del pantalón y llevaba una corbata sobre el hombro. Su cara me era familiar, me quedé un rato pensando y después recordé que era el profesor de piano de mi hermana, de Sara - ¿Qué hace este hombre aquí, mamá? ¿Donde está papá?
-Buenas, pequeña, tú debes de ser ... Patricia, ¿no? - Me sonrió, pero esa sonrisa se borró al mirarle con asco y odio.
-Lo único pequeño que hay aquí es esa cosa que has usado con mi madre. Y no, yo no soy Patricia, soy Paula. Me gustaría decir "encantada de conocerte", pero no puedo. - Mi madre me envió una mirada, las típicas miradas que dicen "no seas maleducada, hija" Pero, ¿cómo no serlo? - Me vas a explicar qué hace él aquí, ¿o no? - Vi como Aitor se apoyaba en la puerta de la cocina y después volverse rápidamente.-


-Hija, yo... Pues es que ... Papá se fue con otra chica y ... -
-No, aquí la que se ha ido con otro has sido tú. Pero, ¡por favor! ¿Con el profesor de piano de Sara? No se puede caer más bajo. ¡¿Como te atreves?! - Me empezaron a caer lágrimas, pero de odio, y de recordar a Sara, a mi pequeña Sara. - ¡Contéstame! - El hombre se avergonzó, se puso rojo. Después le dio un beso en la mejilla a mi madre, agachó la cabeza y entró al salón, enchufó la tele y dejó que su cuerpo seboso se dejara caer en el sofá.- Esto es demasiado, vuelvo a casa para estar con mis padres, y me encuentro con este hombre. ¡Tú que siempre me has hablado de tener solo una relación! Pero mira dónde estás! No te reconozco, mamá.
-Hija, lo siento. Las cosas han cambiado y no sentía lo mismo por tu padre. Mario me supo querer, en cambio tu padre cada día estaba peor y no podíamos mirarnos a la cara después de ... Ya sabes.
-No, no sé. Porque no te reconozco. No sé porque ese hombre que ahora está tirado en el sofá no es mi padre. No sé porque yo he venido aquí con unas ganas increíbles de veros. No sé porque no me esperaba ver esto al llegar. No sé porque tú eras mi madre. ¡Eras! Y ahora dime; ¿dónde está papá? ¡Ah!, ¿y con quién está? Sorpréndeme.
-No puedo. No puedes saberlo. -Agachó la cabeza y subió las escaleras.
-¿Cómo que no puedo saber? ¡Si es mi padre! - No me respondió. Abrió la puerta de su cuarto y entró en él.
Me acerqué a la cocina, y estaba Aitor sentado y mirando al suelo. Lo abracé y empecé a llorar.
-Tranquila, Paula. Si se han separado es porque así están mejor, no todo es para siempre, ¿sabes? -Me acarició la mejilla y me secó las lágrimas.
-¿Y lo nuestro es para siempre?  -
-Hasta que la muerte nos separe. [...] Me gustaría ser inmortal para estar siempre contigo. - Me dio un beso que pareció no acabar nunca. Se acercó a mi oído- Te quiero. Y para siempre.
-Eres lo mejor que me ha pasado, y nunca me cansaré de repetirlo. - Silencio. Silencio. Después de unos segundos de silencio el timbre recorrió todo mi sistema auditivo. Me acerqué a la puerta y abrí. - ¿Qué haces aquí? -Parecía más mayor, más madura, pero en tres meses y medio no podía haber cambiado tanto.-
-¿Y tú? ¿Qué haces aquí?
-He vuelto, pequeña - Le sonreí. - ¿Estás sola?
-No, estoy con mis amigas. Estaba jugando, y te he visto entrar con un chico. Pensaba que era Carlos... Pero  no se parecen.
-Se llama Aitor. ¿Querías algo?
-Sí, ¿donde está mi hermana?

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