viernes, 6 de mayo de 2011

Capítulo 35, promesas -

Mis ojos se quedaron en blanco, no supe qué decir. Siempre había pensado que su madre se lo había dicho, pero me equivocaba. Y entonces fui yo la que tenía que contárselo todo, bueno, no, todo no.
No era necesario que supiese que su querida hermana se acostó con mi novio, que era una falsa, y que en ese momento estaría fumando o metiéndose cualquier cosa. Movió su pelo rizado de un lado a otro y después dio una palmada. 
-¿Paula? ¿Me vas a decir ya dónde está mi hermana? Quería darle esto por su cumple, pero es que no vino. - Le cayó una lágrima por su preciosa mejilla rosada, suspiró y se secó la mejilla con la manga de su sudadera. 
-Eh, sí. Esto .. - Me encogí de hombros, y me agaché. Intenté ponerme a su altura y después la agarré de los hombros.- No creo que vuelvas a ver a tu hermana, Andrea. - La agarré más fuerte y la acerqué más hacía mi, y la abracé intentando que no se escapara. Pero su fuerza iba acompañada con dolor, rabia, odio, añoranza y asco, consiguió separarse de mi.
Agachó su mirada mientras le caían más de esas pequeñas lágrimas. Se puso las manos en la barriga y suspiró.
-También ha muerto como Sara, ¿verdad? - 
Me levanté lo más rápido que pude e hice gesto de enfado.
-No, no está muerta. Pero no la volverás a ver. -Vacilé - Verás, tu hermana se ha hecho mayor y quiere hacer lo que siempre quiso, ser feliz a su manera. Yo he intentado evitarlo, pero cada vez que le decía algo se enfadaba. Entonces decidí volver, y ella se quedó allí, en Ibiza. [...]
-¿Con quién? ¡La has dejado sola! ¡Eres mala! - De sus ojos solo caían lágrimas y me dolía muchísimo verla así, pero lo tenía que saber.
-Está con unos amigos, tranquila. Estará bien, te lo prometo.
-Laura me prometió que iba a volver a estar conmigo, y que nunca me iba a dejar sola. ¡No me gustan las promesas! La gente las hace nunca las cumple. Y si mi hermana no la ha cumplido, ¡tu serás como ella! [...] Mi mamá me dijo que iba a volver - Rompió a llorar aún mas fuerte . - ¡Me lo prometió! - Cogió su pelota y la estampó contra la pared. Después, echó a correr. Yo no sabía qué hacer, odiaba verla así, pero se lo tenía que decir. 
Me di la vuelta y vi a Aitor apoyado en la puerta de la cocina. 
-¿La hermana de Laura? -
-¿Tú qué crees? ¡Haces unas preguntas más tontas! -Empujé a Aitor para poder entrar a la cocina, y cogí una manzana.
-Yo no he hecho nada para que me trates así. La pequeña tiene razón, si Laura no cumple sus promesas, tú tampoco. Hace unas horas me prometiste que no ibas a tratarme mal, nunca más. -Agachó la cabeza y susurró - Eres igual que Laura. 
Me adelanté a él y lo agarré del brazo.
-¿Qué has dicho? No me compares con Laura, porque sabes que yo no soy así.
-Tus promesas son todo una mentira. Es como si las guardaras en una caja, caja que nunca pensarás en abrirla, como si las sellaras, para no abrirlas nunca. 
-¿Cómo puedes ser tan... tan estúpido? ¡¿Una caja?! ¿A quién se le ocurre decir semejante estupidez?
-A mi y a las personas que sí que cumplen sus promesas. Yo prometí quererte para siempre, y eso haré. Pero lo estás haciendo todo muy difícil, y no puedo, de verdad. ¡No puedo! -
En ese momento se abrió la puerta del salón y salió ese hombre que me tendría que acostumbrar a ver todos los días. 
-Vaya, vaya. ¿Te gustan las discusiones, pequeña? - Dijo con una sonrisa pícara, mientras subía por las escaleras. Me quedé mirando su seboso cuerpo de gordo, y pensé; "¿como podía haber caído tan bajo mi madre?" En ese momento recordé a mi padre, y se me hizo un nudo en la garganta, que en cuestión de segundos se convirtió en odio. Miré la manzana a medio comer y se la lancé a la espalda. El hombre encogió los hombros al sentir el golpe y se giró. Se me escapó una sonrisa, pero al ver su cara volví a mi estado de odio. 
-¿Tienes algún problema? - Le dije sin pensarlo, pensaba discutir con él también si hacía falta, de cualquier cosa. - Mueve tu culo, y sigue subiendo las escaleras, aquí nadie te ha llamado. - E imité su sonrisa de falso. El hombre hizo cara de pocos amigos y se volvió, y siguió subiendo las escaleras. Aitor seguía con su cara de asco mirando como le costaba al hombre subir las escaleras, lo miré por el rabillo del ojo, y sonreí, era perfectamente guapo hasta cuando estaba enfadado. Cogí mi goma del pelo y me hice un moño. Me puse de puntillas para coger mi abrigo, abrí la puerta de la entrada y salí. Necesitaba tomar aire, estaba estresada. El aire me acariciaba el cuello lentamente, cerré los ojos y seguí caminando. Después de unos minutos noté como alguien pasaba sus manos por la cara y después me tapaba los ojos. 
-¿Quién soy? - Soltó una pequeña risa, risa que solo podía ser de una persona. Me llevé las manos a la cara y aparté las suyas. Me di la vuelta y la abracé. - Pensé que no ibas a volver, llevas más de tres meses de viaje ... ¡Ah! por cierto, siento muchísimo lo de tu hermana... -Se me hizo un nudo en la garganta y pensé que iba a romper a llorar, pero pude evitarlo, le sonreí y no dije nada. - ¿Qué tal por Ibiza? Porque has estado allí, ¿no? Me lo dijo Carlos.
-¿Carlos? ¿No está en la cárcel? - 
-Sí, pero fui a visitarlo. Ya sabes, era mi mejor amigo, desde que teníamos tres años. - Puso cara de culpabilidad.
-No, no tranquila. Puedes ir cuando quieras, no te lo impido. ¿Te apetece tomar algo? 
-¡Claro! ¿Vienes a mi casa? Tengo que coger dinero, no esperaba verte. - Y me sonrió. -
¡Ah! Pequeño/a cotilla, seguro que estás deseando saber quién es la chica. Es mi compañera de la universidad, se llama Carmen, su pelo es precioso, es ondulado, castaño y un brillo precioso, me gustaría tenerlo así. Lo mejor son sus ojos, verdes, pero no un verde normal, es brillante, alegre, ¡perfectos! Sus dientes son perfectos, lo que hacen que su sonrisa sea perfecta, y con solo una mirada podría conquistar a cualquier chico. Es una persona admirable, siempre está feliz, es inteligente, amable, simpática... Lo que es raro es que no tiene novio. Bueno, sigo.
-Hace un montón de tiempo que no te veo, ¡ya ni me acordaba de ti! -
-Joder, tía, gracias por olvidarte de mi, ¡eh! -Soltó una de sus risas contagiosas y me sonrió. - Era broma.
-Puf, te tengo que contar de cosas... Mi vida ha dado un vuelco de un día para otro, si te lo cuento vas a decir que no soy la misma. 
-Jo, tía, mi vida no es interesante. No tengo nada para contarte. -Sus ojos se iluminaron y se llenaron de alegría -¡Me gustaría ser tú! 
-No sabes lo que dices, yo no estaría tan segura. Bueno, ¿te cuento? A lo mejor te aburres, es la historia más larga que habrás escuchado jamás. - Bebí un poco de mi refresco y me aclaré la garganta.
-Yo nunca me aburro, ya lo sabes, Paula. 
-Bueno, empiezo. -Cerré los ojos y suspiré. Me era totalmente difícil recordarlo todo, sentía que no podía respirar y ese nudo en mi garganta volvía a aparecer, pero esta vez no se iba. Le conté todo, absolutamente todo, incluyendo las pesadillas y las discusiones sin sentido con Aitor, desde la primera, hasta la última. Cuando empecé a contarle la historia, su cara iba cambiando poco a poco con gestos de pena, sus ojos reflejaban tristeza y se iban llenando de lágrimas al igual que los míos. Me costaba muchísimo hablar ya que a cada palabra que decía se me quebraba la voz y empezaba a llorar, pero después de casi dos horas sentadas, lo conseguí. 
-Dios, Paula... Todo eso era lo último que esperaba que me contases... Pensé que no sería para tanto y que estabas exagerando.
-No, no exageraba. Bueno, Carmen, se ha hecho tarde y Aitor debe estar preocupado. Aunque no creo... En fin. Muchas gracias por escucharme, espero volverte a ver. 
-Claro, te prometo que nos volveremos a ver. -Me dio un abrazo y se fue. 
"Te prometo, te prometo..." Me di cuenta de que Aitor tenía razón, que nunca cumplía mis promesas. Y eso tenía que cambiar. 
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Bueno, creo que se me ha quedado un poco largo este capítulo, y espero que no hayas aburrido leyendo, jajaja :)
Un beso muuuuuuuuuuuuy grande, y gracias por leer mi historia.

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